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Derecho y Verdad
Obvia e inasible a la vez, como los términos que la constituyen, la relación entre derecho y verdad es paradójica.
Tenemos una experiencia cotidiana de la verdad. Su manifestación es doble: valor fundamental en nuestras vidas –antagónico de la mentira, y solidario de la belleza y la justicia– la verdad también se nos presenta bajo la forma de una revelación súbita e inesperada o de un descubrimiento tras una larga y esforzada búsqueda. Muchos hemos tenido alguna vez la impresión de que “todos los velos se desgarran” y de poder mirar de frente la realidad, la cual no es siempre, forzosamente, placentera. Aspectos hasta entonces desconocidos de nuestra personalidad o de los otros, de la realidad existencial o social, una mentira o una impostura, pueden salir a la luz; (huelga decir que la metáfora de la luz como verdad –al igual que la de la oscuridad o sombra como falsedad o ignorancia– tiene una historia y que, más en general, nos remite al tema de las relaciones entre metáfora y verdad). Pero la inclinación hacia la arbitrariedad, el engaño o la ilusión no es menos poderosa. Cuando la divulgación de la verdad es comprometedora somos capaces de movilizar todos los medios a nuestro alcance para conjurarla. Si se torna intolerable o inaccesible, solemos refugiamos en el mito o la ilusión, o nos contentamos con ficciones, convenciones convenientes o hipótesis plausibles, que rápidamente transformamos en certezas inconmovibles; aunque el mito y las ficciones pueden ser también portadores de conocimiento y constituir una vía hacia lo insoportable. Necesaria para nuestra supervivencia porque permite conducirse confiablemente en el mundo y dominarlo, el conocimiento de la verdad puede, asimismo, herir nuestras creencias o convicciones más profundas. Objeto de deseo y de terror, la verdad fascina. Austera, posee un enorme poder simbólico de sugestión. Pero la verdad es también objeto privilegiado de la filosofía y finalidad perenne de la ciencia. En el mundo occidental la pretensión de verdad atraviesa incluso la metafísica y la teología, la moral y la estética. La pretensión de no verdad o, incluso, la voluntad de ficción (como diría Nietzsche) así como la indiferencia ante la verdad, han sido, en tal sentido, relegadas a un segundo plano.
Dos rasgos fundamentales sobresalen, a lo largo de la historia occidental, en el complejo fenómeno que llamamos derecho: el proceso judicial como medio de resolver conflictos sociales y la jurisprudencia en tanto conocimiento específico de los juristas. Legados griego y romano, respectivamente. Uno y otro, a la vez que deslumbran despiertan desasosiego. Ambos constituyen el escenario privilegiado donde se debate la verdad y la justicia contra sus sombras o donde la violencia y la arbitrariedad cobran la forma de una instancia legítima; (otra vez la metáfora, esta vez de la injusticia como sombra u oscuridad, y la justicia como luz). En cualquier caso, el proceso y la jurisprudencia forman parte de la trama que conforman nuestras formas de saber y de organizar el poder social.
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